Acercarme a Emma no fue casualidad. Buscaba una lectura clásica que no resultase un quebradero de cabeza, y debo dar las gracias a mi amiga Mónica (musa también de este blog) por invitarme a adentrarme en el universo tan fascinante de Jane Austen. No puedo estar más contenta con la elección.
Antes de empezar con la reseña me gustaría destacar un aspecto importante que me hubiese gustado saber hace tiempo: si aún no has leído Emma o alguna otra novela de Austen (Orgullo y Prejuicio es un buen comienzo), hazlo ya, no esperes más. No seas como yo, que lo rechacé visceralmente por considerarlo un género “romántico” o pensar que es un libro “para chicas”. Soy consciente de que este razonamiento es una estupidez, pero como es bien sabido, los prejuicios nos suelen alejar de experiencias que nos pueden enriquecer. Y este es un claro ejemplo. Pero es que además, esta novela está más lejos de sentimentalismos de lo que uno imagina y, por supuesto que la etiqueta “para chicas” es una lacra con la que hemos sido arrastrados a lo largo de muchos años y debemos enterrarla cuanto antes.
Repito. Lee Jane Austen, y si ya lo has hecho, reléela, que aquí está la verdadera magia.
Ahora sí, nos adentramos en esta humilde reseña en la que señalaré varios puntos que me han llamado la atención de la novela, y espero mostrar algún punto de vista nuevo para algún lector. Aviso que hay spoilers.

«Inteligente, bella y rica, con un hogar cómodo y una predisposición a la felicidad, Emma Woodhouse parecía reunir algunos de los bienes más preciosos de la existencia; y, en realidad, había pasado casi veinte años en este mundo sin conocer grandes trastornos ni padecimientos»
Con este comienzo tan descriptivo Jane Austen inicia Emma, cuyo título, como es de esperar, hace referencia a su querida (o no tanto) protagonista, Emma Woodhouse, una joven que vive en Highbury, un pueblo rural habitado por un pequeño número de familias acomodadas, que serán las protagonistas de esta historia. Con una vida tan resuelta, la mayor preocupación a la que se enfrenta Emma es llevar una correcta vida social en este vecindario; teniendo en cuenta, además, que su vida amorosa no le supone ningún quebradero de cabeza, ya que tiene decidido que jamás se casará. Y pese a esta peculiaridad, uno de sus pasatiempos favoritos (y que conducirá toda la novela) es el hacer de casamentera con amigos y vecinos, labor que se le da bastante bien, o al menos eso piensa ella.
Sobre los personajes: Emma Woodhouse y Harriet Smith
Cada personaje de la novela está construido de tal forma que se vuelve relevante para ésta. Como un engranaje, cada uno aporta lo que la novela necesita para que resulte interesante, emocionante y divertida. Aun considerando que cada uno es merecedor de su propio espacio de análisis, me centraré tan solo en dos de ellos, ya que de lo contrario esta reseña sería demasiado larga. Entremos pues, en un breve análisis de Emma Woodhouse y Harriet Smith, y su particular relación.
Emma Woodhouse es encantadora y carismática. Todos los vecinos la tienen en alta estima y cumple con todas las aptitudes que se le pueden pedir a una joven de su posición. Es inteligente, perspicaz y tiene un agudo ingenio que la hace destacar sobre aquellos que la rodean, pero también tiene un carácter arrogante y con cierta tendencia a ser autoindulgente. La determinación y confianza que tiene en su inteligencia será lo que más le arrastre, pues le llevará a fallar en sus juicios y a no escuchar consejos de otros. Jane Austen no buscaba tener una protagonista que le cayese bien a todo el mundo. Y uno puede empatizar más o menos con Emma, pero finalmente será una valoración personal si te cae mejor o peor. Emma saca a relucir los aspectos más profundos y oscuros de cada uno: esos deseos que nos empujan a cometer actos egoístas. Y advertir estos comportamientos en otros nos puede llevar a rechazarlos, tachándolos de egocéntricos, pero somos los primeros en mostrar tolerancia a la hora de calificar los nuestros propios.
Casi como contraposición, tenemos a Harriet Smith, una chica aún más joven que Emma, dulce, ingenua y también encantadora. Se nos presenta como «la hija natural de alguien», sin saberse mucho más de su pasado. De naturaleza dócil y con un fuerte deseo de agradar a los demás, será la compañera perfecta de Emma, quien en cuanto la conoce ve algo especial en ella y decide que forjarán una amistad:
«Ella la rodearía de atenciones y la perfeccionaría, alejándola de las malas amistades e introduciéndola en la buena sociedad; se proponía enseñarle a manifestar su opinión con los mejores modales posibles. Sería una empresa interesante y simpática, acorde a su propia situación en la vida, sus ocios y sus posibilidades».
Este texto nos ofrece una visión clara de las intenciones de Emma: “mejorar” a Harriet para presentarla en sociedad y juntarla con las mejores compañías. Harriet se convierte en el proyecto de Emma, estableciendo una dinámica de influencia y sumisión entre ambas. Perfeccionar a Harriet ofrece la oportunidad de unirla con un hombre de mayor estatus y buenos modales, una acción que desencadenará una serie de eventos desafortunados, y que provocará (al menos en apariencia) un efecto que desagrada a Emma, como una especie de Frankenstein que escapa al control de su creador:
«¿Cómo era posible que Harriet pretendiera elevarse al nivel del señor Knightley? ¿Cómo se atrevía a imaginar que era la elegida de un hombre antes de tener alguna prueba? Pero Harriet era ahora menos humilde, tenía menos escrúpulos. No parecía advertir sino en un mínimo grado su inferioridad intelectual y social. […] Bueno, pero ¿no era aquello obra suya? ¿Quién sino ella le había enseñado que debía ascender lo más posible, y le habría hecho creer que debía aspirar a una posición social de primer orden? Si Harriet, de humilde se había convertido en vanidosa, suya era la culpa.»
¿Qué destacar de Emma?
La novela está llena de sorpresas y pequeños giros en la trama que nos hacen contemplar lo que sucede en cada escena con agitación e incertidumbre. Sin embargo, más allá del argumento, es la forma en la que este está narrado que adquiere una calidad incuestionable. Y es que la propia novela pide hacer no una, sino varias relecturas para descubrir pequeños detalles que se nos escapan y que enriquecen tanto esta obra.
Particularmente, me quedo con tres aspectos que considero las piedras angulares de la novela y con las que más he disfrutado: diálogos, ambiente y estilo.
Las conversaciones que se establecen entre los distintos personajes de la novela están construidas hábilmente. La mayor parte de los diálogos son excesivamente largos, y resulta fácil perderse en ellos, pero precisamente es esto lo que le da mayor vida a la novela. Un ejemplo claro son las conversaciones, más bien monólogos, de la señora Bates, que son de lejos los más aburridos en cuanto a contenido y que no parecen aportar nada a la trama. La señora Bates habla mucho, y de cosas que nos son intrascendentes, pero al fin y al cabo no deja de ser una conversación dentro de la vida cotidiana. Perdemos el hilo de la lectura por parecernos aburrida, como ocurre muchas veces cuando escuchamos un “monólogo” de la vecina que nos llena de información con cotilleos, cosas que han pasado, cambios en el barrio, vecinos que van y vienen, y a veces, simplemente, dejamos de escuchar. Y en este sentido me parece que los diálogos de Austen reflejan muy bien la personalidad y carácter de las personas. He puesto este ejemplo que me parecía bastante evidente pero el resto de los personajes de la novela demuestran en sus diálogos cómo son verdaderamente. Ni siquiera hace falta escuchar una descripción del narrador, solo con escucharlos a ellos mismos se forma un retrato fiel de cómo son. Este es un ejemplo de conversación de la señora Bates (para quien quiera leerlo):
«Pues confieso que no puedo acordarme de lo que estaba diciendo… ¡Ah, sí! Las gafas de mi madre. ¡Ha sido tan amable el señor Frank Churchill! «¡Oh!», ha dicho, «me parece que puedo arreglarles la montura; me encantan ese tipo de trabajos». Lo cual demuestra que es un joven muy… la verdad, debo decirles que aunque antes de conocerle ya había oído hablar mucho de él y le tenía en gran estima, la realidad es muy superior a todo lo que… Señora Weston, le doy la enhorabuena de todo corazón. A mi entender posee todo lo que el padre más exigente podría… «¡Oh!», me ha dicho, «yo puedo arreglarles la montura; me encanta ese tipo de trabajos». Nunca podré olvidar su amabilidad. Y cuando yo he sacado de la despensa las manzanas asadas, confiando que nuestros amigos serían tan amables que las probarían, «¡Oh!», ha dicho él en seguida, «no hay fruta mejor que ésa, y además en mi vida habla visto unas manzanas asadas en casa que tuvieran tan buen aspecto». Ya ve usted, eso es ser lo que se dice de lo más… Y por la manera en que lo dijo estoy segura de que no era un cumplido. Claro está que son unas manzanas deliciosas, y que la señora Wallis le saca todo el partido posible… Aunque sólo las hemos asado dos veces Emma Jane Austen 156 156 y el señor Woodhouse nos hizo prometer que lo haríamos tres… Pero la señorita Woodhouse será tan buena que no se lo contará ¿verdad? Estas manzanas son las mejores que hay para asar, eso sin ninguna duda; todas son de Donwell… Una parte de la generosa ayuda que nos presta el señor Knightley. Todos los años nos manda un saco; y desde luego no hay mejores manzanas para guardar que la de los árboles de sus tierras… Creo que sólo tiene dos manzanos de esta clase. Mi madre dice que el huerto ya era famoso en su juventud. Pero el otro día me llevé un verdadero disgusto porque el señor Knightley vino a visitarnos una mañana y Jane estaba comiendo esas manzanas, y nosotras nos pusimos a alabarlas y le dijimos que a ella le gustaban mucho, y él nos preguntó si ya las habíamos terminado. «Estoy seguro de que tienen que habérseles terminado», nos dijo, «voy a mandarles otro saco; yo tengo muchas más de las que puedo comer. Este año William Larkins me ha entregado una cantidad superior a la de costumbre. Les enviaré unas cuantas más antes de que se estropeen». Yo le supliqué que no lo hiciese… Pero como era verdad que se nos estaba terminando la provisión tampoco podía decirle que nos quedaban muchas… lo cierto es que sólo teníamos media docena; pero las guardábamos todas para Jane; y yo no podía tolerar que nos mandara más después de lo generoso que había sido con nosotras. Y Jane dijo lo mismo. Y cuando se hubo ido ella casi se peleó conmigo… Bueno, no, no es que nos peleáramos, porque entre nosotras nunca hay peleas; pero sintió tanto que yo hubiese reconocido que las manzanas estaban a punto de terminarse; ella quería que yo le hiciese creer que aún nos quedaban muchas. ¡Oh, querida!, le dije yo, no podía mentirle. Pero aquella misma tarde se presentó William Larkins con un enorme cesto de manzanas, la misma clase de manzanas, por lo menos media arroba, y yo quedé muy agradecida, y salí a hablar con William Larkins, y así se lo dije como ya pueden ustedes suponer. ¡Hace tantos años que conocemos a William Larkins! Siempre me alegra volver a verle. Pero luego me enteré por Patty que William había dicho que aquellas eran todas las manzanas de aquella clase que le quedaban a su amo. Las había traído todas… Y ahora a su amo no le había quedado ni una sola para asar o para hacer hervida. A William esto no parecía preocuparle lo más mínimo, él estaba muy contento de pensar que su amo había vendido tantas; porque ya saben ustedes que William piensa más en los beneficios de su amo que en ninguna otra cosa; pero dijo que la señora Hodges se disgustó mucho al ver que se habían quedado sin ninguna. No podía tolerar que su amo no pudiese volver a comer tartas de manzanas esta primavera. Eso es lo que William le contó a Patty, pero le dijo que no se preocupara por ello y seguramente que no nos dijera nada a nosotras, porque la señora Hodges se enfada a menudo, y como ya se habían vendido muchos sacos no tenía mucha importancia quién se comiera el resto. Y Patty me lo contó a mí, y yo tuve un verdadero disgusto. Por nada del mundo consentiría que el señor Knightley se enterara de nada de todo esto. Seguramente se pondría… Yo quería evitar que se enterara Jane; pero por desgracia, cuando me di cuenta ya lo había dicho.»
Más de doscientos años nos separan de Emma, y aún así, Jane Austen consigue crear una atmósfera que logra transportarte a uno de los salones de las señoras de Highbury. Te sientes acompañándolas, invitada a tomar el té, a participar en sus conversaciones. Austen describe de manera superficial los escenarios, pero aún así logra caracterizar los espacios de tal forma que se percibe un análisis profundo y minucioso de su entorno. No solo son los lugares físicos los que representan el ambiente; como comentaba anteriormente, las personas son las que llenan estos espacios dándoles vida y se presentan ante nosotros con todo su esplendor. Austen pinta un retrato fiel de las inquietudes y comportamientos de una época que, aunque distante, aún resuena en la sociedad contemporánea, enmascarada entre apariencias. Jane Austen reproduce el día a día de los habitantes de Highbury, una clase media en la campiña inglesa que no tiene mayores preocupaciones en la vida que quedar bien con los vecinos, preparar comidas exitosas y organizar excursiones al campo. El entretenimiento que ofrece Austen se materializa a través de retratos de lugares y situaciones comunes para sus lectores. Personajes de clase media, movidos por los mismos principios e intereses que cualquier lector de la época.
«Me doy cuenta de qué clase de vida me espera en medio de ustedes -dijo. Palabra de honor que pronto estaremos totalmente fatigados. Se podría decir que estamos de moda. Si esto es vivir en el campo, me parece formidable. Le aseguro que desde el lunes hasta el sábado próximo no disponemos de un solo día libre. Una mujer con menos recursos que yo no habría necesitado saber qué hacer.»
Este es un fragmento en el que la señora Elton hace referencia a su reciente llegada al pueblo, en el que es el centro de atención por ser la nueva vecina y recibe todas las atenciones que tanto le gustan.
Por último, me gustaría mencionar lo que considero uno de los puntos más singulares y originales de la novela, y es el cómo y desde dónde está contada la historia. El narrador se presenta en tercera persona desde el principio, pero se limitada a mostrar la perspectiva de Emma.* Una aguda, analítica y crítica mirada, desde la cual, iremos conociendo a los vecinos de Highbury, quienes sin ser conscientes de ello, son sometidos a una evaluación constante por parte de Emma. Ambos puntos de vista se van combinando a lo largo de la novela y son muchos los momentos en los que no tenemos claro quién nos habla, si el narrador externo o la propia Emma. De esta forma se crea un juego sutil que enriquece mucho la narrativa porque te deja en la constante incertidumbre de no ser consciente si lo que ves de otros personajes y situaciones es tal como son, o están bajo el filtro de la mirada de Emma (la cual además es bastante juzgadora). Emma siempre detecta quiénes se compartan de forma impecable y quienes ni siquiera son merecedores de su atención, o de aquellos que se desenvuelven mejor en sociedad y de los que deberían estar fuera de ésta. Esta perspectiva hace evidente la cantidad de prejuicios que tenemos sobre las personas basados simplemente en nuestro propio juicio y las etiquetas que ponemos para que se amolden a nuestros esquemas, y sin embargo, cuando en la novela se nos permite ver un poco la mirada del narrador en tercera persona, más objetiva, podemos apreciar una cara totalmente distinta a la que Emma se había imaginado.
Para los lectores más interesados en la técnica narrativa, este tipo de narración se conoce como discurso indirecto libre. Aunque sea un recurso relativamente común en literatura, lo que resulta novedoso en la obra de Austen es su aplicación constante a lo largo de toda la novela. Al integrar el discurso indirecto libre de manera tan hábil, la autora logra que los lectores se sientan íntimamente conectados con los personajes, en este caso, Emma, comprendiendo sus acciones y decisiones de una manera más completa y matizada.
*A excepción del capítulo 41, donde se presenta el punto de vista de otro personaje, el del señor Knightley (el cual es bastante revelador).
Los temas
En Emma, dos temas fundamentales son el matrimonio y el estatus social. Gran parte de la trama gira en torno a quién se enamora de quién y en las implicaciones que tiene en base a la posición social. Cuando Harriet le dice a Emma que no ve nada malo en aceptar a Robert Martin como pretendiente, Emma le saca inmediatamente esta idea de la cabeza, porque sabe (o cree) que dadas las cualidades que tiene Harriet, puede aspirar a alguien con mayor posición social. En aquella época se esperaba que las clases sociales más altas se casaran entre sus iguales, y los matrimonios que no seguían esta convención eran considerados inapropiados.
La novela satiriza la obsesión de la sociedad por las distinciones sociales, mostrando cómo esta mentalidad influye en las decisiones y relaciones de los personajes. Sin embargo, al final de la historia, Emma aprende la lección y decide que ¨sería un gran placer conocer a Robert Martin¨.
Conclusión
Emma no es un libro de acción, pero tampoco necesita serlo. Desde sus primeras páginas, la narrativa de Jane Austen te atrapa y engancha con la cautivadora vida de Emma y sus vecinos de Highbury. La trama no requiere de complejidades excesivas, pues son los personajes quienes dirigen la historia, atrayéndonos con sus intrigas y despertando en nosotros el deseo de conocerlos en profundidad, de descubrir qué caballero logrará conquistar a Emma y hacer que se enamorare perdidamente. La atmósfera que crea Austen y su bella forma de escribir son los elementos que mantienen al lector inmerso, sin pausa hasta el final.
Bien es cierto que no todos quedarán atrapados, especialmente aquellos menos familiarizados con este tipo de literatura (me incluyo entre ellos), pero hay que saberle dar una oportunidad, leerla con la mente abierta y apreciar sus sutilezas. Después de todo, no es casualidad que sea un clásico de la literatura universal.
Enlaces de referencia y bibliografía
- Austen, Jane, Emma, Edición Austral, 2022, (con prólogo de José María Valverde)
- Mullan, John. 2015. «How Jane Austen’s Emma changed the face of fiction», The guardian: https://www.theguardian.com/books/2015/dec/05/jane-austen-emma-changed-face-fiction
Mereció la pena la espera. De nada, hermana. ¿Por qué escribes tan bien? Me vas a dejar en mal lugar!!